El lugar donde hoy se encuentra el complejo de la Abadía de Tre Fontane, antiguamente identificado con el nombre de Acque Salvie, que significa “Aguas Salvadoras”, consiste en un pequeño valle situado sobre la ruta de la antigua Vía Laurentina. Este representa uno de los lugares más importantes de la Cristiandad ya que según la antigua tradición, aquí fue decapitado el apóstol Pablo el 29 de junio del año 67 d.C. Desde al menos el siglo VII d.C., hombres de fe fueron atraídos a vivir aquí para orar y dar testimonio del amor de Dios en Jesucristo por el cual San Pablo vivió y murió.

1 –  La entrada a Vía Acque Salvie transmite inmediatamente una sensación de silencio y de paz. Un nicho con la imponente figura de San Benito, el Padre del Monacato Occidental, da la bienvenida al visitante. En la base de la estatua una inscripción en Latín nos informa que este es un lugar de oración: “Escucha oh hijo: obediencia sin demora. Orar y trabajar. Aquellos que quieren ver los cielos abiertos, apresúrense y no se distraigan de su santo propósito por la aspereza del camino. Las cosas de gran valor se logran con mucho esfuerzo. Una vida santa pasa siempre por un camino estrecho”.

4 – Arco de Carlomagno: Entramos en el complejo de la abadía a través del Arco de Carlomagno, construido en el siglo XIII, llamado así porque las paredes internas entre el primer y el segundo arco originalmente estaban cubiertas con frescos que representaban la historia de cómo la abadía ayudó a Carlomagno. El monasterio prestó las reliquias de San Anastasio al Papa León III, quien a su vez se las entregó a Carlomagno, quien atribuyó una de sus conquistas a la intervención milagrosa del santo. Como recompensa, Carlomagno donó un terreno al monasterio.

8 – Iglesia de los Santos Vicente y Anastasio: La iglesia de la abadía fue construida sobre los restos de un anterior monasterio Greco-Armenio fundado en el siglo VII por monjes de Cilicia, la tierra natal de San Pablo. El emperador Heraclio encomendó a estos monjes Griegos la custodia de las reliquias de San Anastasio, monje Persa martirizado en el año 624. En 1370 la iglesia fue enriquecida con las reliquias de San Vicente de Zaragoza. La abadía Cisterciense, tal como la vemos hoy, fue construida a lo largo de varias décadas, a partir de 1140. La iglesia fue dedicada en el año 1221 por el Papa Honorio III. El interior es muy sencillo siguiendo los criterios de la arquitectura Cisterciense la cual llama a la simplicidad y sobriedad sin construcciones fastuosas, esculturas o pinturas. Los frescos de los doce apóstoles en los pilares de la nave central fueron añadidos mucho más tarde, en el siglo XVI, obra de un artista anónimo al estilo de Rafael. En la capilla de la nave lateral izquierda se conservan las reliquias de San Vicente, San Anastasio y San Zeno.

9 – Iglesia de Santa María Scala Coeli es la más pequeña de las tres iglesias ubicadas en el complejo de la abadía. La estructura original fue construida en memoria de San Zeno y 10.203 legionarios cristianos que fueron martirizados aquí. En 1138, precisamente en este lugar, San Bernardo de Claraval estaba celebrando una misa de difuntos en presencia del Papa Inocencio II, cuando tuvo una visión de una escalera por la que los ángeles conducían las almas del Purgatorio al Cielo, en un continuo ir y venir. De ahí el nombre “Scala Cœli” (Escalera al Cielo). La iglesia actual fue construida sobre la anterior para celebrar el año jubilar del año 1600. La iglesia tiene una forma octogonal. En el interior hay tres ábsides con sus respectivos altares. El de la derecha está dedicado a San Zeno y a los soldados Romanos mártires. El ábside central, justo enfrente de la entrada de la iglesia, está dedicado a la Virgen María. El ábside izquierdo contiene el altar dedicado a San Bernardo, que representa la escena de su visión. Las escaleras de la derecha descienden a la cripta, que alberga un altar del siglo XVI dedicado a San Zeno y sus compañeros. La pequeña ventana de la derecha deja entrever un rincón donde, según la tradición, San Pablo estuvo prisionero antes de su ejecución.

11 – Iglesia del martirio de San Pablo: Caminando por una corta avenida arbolada, que en el último tramo deja ver las piedras de la primitiva calle Romana, seguimos los pasos de San Pablo camino a su martirio. Este es el lugar más sagrado del conjunto, el destino de innumerables peregrinos que vienen desde hace dos mil años a rezar al lugar donde el Apóstol dio su vida por Cristo. La iglesia actual, construida en 1599 por Giacomo della Porta, se encuentra en el lugar donde, según la tradición, San Pablo fue decapitado. La leyenda dice que cuando le cortaron la cabeza, ésta golpeó el suelo y luego rodó a otros dos lugares debido a la pendiente del terreno, provocando milagrosamente que brotara agua en los tres lugares. De ahí el nombre de las ‘Tres Fuentes’. Sobre la entrada de la iglesia, hay una placa de mármol en Latín que dice: “Lugar del martirio de San Pablo Apóstol donde brotaron milagrosamente tres manantiales”. Sobre el tímpano de la fachada hay dos estatuas dedicadas a San Pedro y San Pablo. En el interior del vestíbulo se conserva un mosaico de la Alta Edad Media. La visita comienza a la derecha en el altar de San Pablo en el lugar donde se cree que fue decapitado. Sobre el altar hay una pintura de la ‘Decolación de San Pablo’ realizada por Bartolomeo Passerotti en 1604. Una columna de mármol a la izquierda, protegida por herrajes de hierro, marca el lugar sagrado. Las tres fuentes están alineadas a igual distancia entre sí pero a distinto nivel, cada una en un nicho de mármol, cada una con una imagen de bronce de la cabeza de San Pablo. Sobre las fuentes hay tabernáculos diseñados por della Porta, flanqueados por columnas de mármol negro. El agua de las fuentes se cerró en 1950. La iglesia fue restaurada en 1867 y el Papa Pío IX donó un mosaico romano dedicado a las Cuatro Estaciones que data del siglo II, que se instaló en el suelo de la nave central. Lleva las inscripciones: VER (primavera) – AESTAS (verano) – AUTU (MNUS) (otoño) – HIEMS (invierno). A la izquierda, sobre el altar dedicado a San Pedro, hay una copia de la “Crucifixión de San Pedro” de Guido Reni, terminada en 1605, imitando el estilo de Caravaggio. El original actualmente se conserva en el Vaticano.

Este lugar sagrado de peregrinación, donde la sangre de miles de mártires fue derramada y la oración de miles de monjes intercedió por todos los cristianos, nos invita a interrogarnos sobre el propósito y el fin de nuestras propias vidas. Otras generaciones han dado su vida para transmitirnos la fe cristiana, la fe en Jesucristo como Hijo de Dios que nos salvó del pecado y de la muerte, para darnos su propia vida divina en el Espíritu. Es el momento y el lugar para pedir a estos santos que abran nuestros ojos y nuestro corazón a la gracia de Dios y que encomendemos a su amor misericordioso nuestra vida y nuestra familia, incluso el mundo entero con todos sus problemas. (Para obtener más información, consulte la Guía de Nicoletta Bernacchio que está disponible en la tienda monástica o en la tienda de Jehoshu’a).